jueves, 17 de marzo de 2016

EL REGIONALISMO EN ANDALUCÍA.

El historicismo, igual que el eclecticismo, supone para el arquitecto la posibilidad de reproducir cualquier estilo o elementos de la arquitectura del pasado. Esta libertad significará en el caso andaluz, sobre todo la utilización de los estilos que estuvieron vinculados con nuestro pasado cultural. Es decir, por un lado los de origen árabe representado sobre todo por el neomudéjar y el neoárabe, aunque este último de forma mucho más restringida; por otro lado, hubo también un resurgir de otros estilos nacionales como el gótico, plateresco y renacentista. En este tipo de obras se utilizaron materiales tradicionales, algunos de ellos procedentes de nuestra arquitectura popular, que fueron adaptados para su empleo en los diferentes lenguajes, nos referimos al ladrillo, el yeso, el azulejo, la cerámica o el hierro forjado en el caso de la rejería.
Estos materiales hicieron posible el mejor aprovechamiento de un conjunto de técnicas artesanales, que favorecían el resultado de una determinada forma de construir, y que podríamos definir como una fusión entre los elementos locales y nacionales. Su aplicación a un ámbito geográfico concreto, como es el caso de Andalucía, y a una época determinada, que viene a coincidir más o menos con el primer tercio del siglo XX, generó un “estilo” que fue también conocido como “estilo sevillano”, y que tuvo gran acogida no sólo en la ciudad de Sevilla, sino que se extendió a toda su zona de influencia, es decir la Baja Andalucía.
El regionalismo histórico, en la medida en que puede considerarse de algún modo, una forma de eclecticismo, comienza su gestación en las últimas décadas del siglo XIX, a lo que, como es sabido, contribuyó de forma importante la reforma de la enseñanza de la arquitectura con la creación de la Escuela Superior en 1845. Fue entonces cuando se incluyen por primera vez los estudios de historia de la arquitectura en los programas de enseñanza, y la Academia se verá influenciada por el incremento de este tipo de publicaciones. A todo esto debemos añadir, la realización en el último tercio del siglo XIX de un mayor número de intervenciones para restaurar monumentos históricos en algunas de las principales ciudades, lo que se traduciría en un mejor conocimiento de los estilos locales o autóctonos. Este hecho influirá decisivamente en el empleo del estilo regionalista y en las construcciones que los nuevos arquitectos realizarán dentro de nuestra geografía.
El regionalismo arquitectónico –según Villar Movellán- es la respuesta de la arquitectura a un planteamiento regeneracionista que surge a prtir de la llamada crisis del 98, a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Este regeneracionismo intentó el desarrollo de las regiones como una forma de salir de aquella situación. Se buscó algo distinto a lo que estaba haciendo el eclecticismo, pero sin perder de vista la historia ni la cultura tradicional de cada región.
El principal representante de este regionalismo histórico en Andalucía fue sin duda el arquitecto Aníbal González, cuya actividad profesional estuvo íntimamente relacionada con su ciudad natal y más concretamente, con la activa participación en uno de los acontecimientos que más repercusión tendría en la ciudad de Sevilla, nos referimos a la Exposición Iberoamericana celebrada en la capital andaluza en el año 1929. Otros arquitectos sevillanos que destacaron en aquella fecha son: Simón Barris y Bes, Antonio Arévalo Martínez, José Espiau y Muñoz, Antonio Gómez Millán, Juan Talavera y Heredia, Vicente Traver, o Aurelio Gómez Millán, Algunos de ellos partícipes de las características de este regionalismo que tanto calado tuvo en la ciudad y en sushabitantes. 

Sobre los regionalismos ha dicho Navascués que son movimientos que intentando dar solución al problema de la originalidad en la arquitectura, cayeron en una revisionismo historicista, de distinto signo que el neogótico y el neomudéjar, pero que al fin y al cabo representan dos nuevos revivals: el neoplateresco y el ne obarroco. De este modo queda completo el ciclo que en su día comenzó el neoclasicismo, que después de haber quemado las etapas más importantes de la historia de la arquitectura, terminaba en el último gran estilo de reciente revalorización.
Pero la arquitectura regionalista del primer tercio del siglo XX, se vería pronto desprestigiada por los mismos hombres que vivieron la etap a de auge regionalista y que al finalizar la guerra civil consideraron la conveniencia de empezar de cero, para favorecer la política de creación de un nuevo orden. Todos los años posteriores impidieron una valoración imparcial del movimiento regionalista en todos sus aspectos, igual que sucedería con otros movimientos arquitectónicos posteriores. Cuya revisión y estudio se han iniciado hace relativamente poco tiempo.
El regionalismo histórico andaluz sufrió también fuertes críticas, al considerarse como una arquitectura mimética del pasado, y basada en la conjugación de estilos históricos combinados con algunos elementos ornamentales propios de la arquitectura local. Elempleo de una mayor decoración encuentra tal vez su explicación por las dificultades económicas del momento, que se tradujeron en un número escaso de obras de nueva planta, y eran por lo tanto, mucho mayor el número de proyectos de renovación de edificios antiguos. Esto significaba un mayor es fuerzo en el aspecto decorativo, para lo cual, en las primeras décadas del nuevo siglo, se utilizaban elementos de procedencia industrial que lo hacían excesivamente repetitivo. Hablamos sobre todo del empleo del ladrillo como elemento fundamental de la arquitectura mudéjar, o para el caso del estilo sevillano, de la utilización del azulejo tradicional de los alfareros de Triana, que tuvo un resurgir en sus técnicas artísticas, lo mismo que el yeso, la madera o el hierro que también formaban parte de materiales tradicionales con fines decorativos.

 Suárez Garmendia destaca también otro rasgo típico de la arquitectura regionalista sevillana o incluso andaluza. Me refiero al tratamiento que se hacen de algunos elementos espaciales característicos de nuestra herencia arquitectónica. Este hecho queda de manifiesto en el espacio formado por el zaguán, cancela y patio, que su utilizó dentro de esta corriente, y que era considerado como elemento externo, invirtiendo los valores tradicionales que este tipo de espacios había tenido hasta ese momento para la arquitectura de la que provenía. Este autor considera, que Sevilla con su regionalismo contribuyó en gran medida, proponiendo las formas de su arquitectura dentro de unos cánones puramente autóctonos que fueron dirigidos hacia lo que se ha considerado como el primer estilo sevillano. Si al principio se pretendió hacerlo sobre las bases delhistoricismo medieval, en la última década, también jugaron un papel importante el plateresco y el barroco. Esta fue la herencia que recogieron los arquitectos de la etapa siguiente para llevarla hasta sus máximas consecuencias dentro del regionalismo.
Este aspecto puede observarse muy claramente en la evolución de la obra de Aníbal González, que en su última etapa utilizaría los elementos renacentistas y barrocos, pero haciendo uso sobre todo de su concepto compositivo, y manteniendo a la vez los elementos del neomudéjar como base de su repertorio ornamental. Esta transformación de elementos espaciales pertenecientes a los espacios privados de la casa, algunos de ellos procedentes de la arquitectura árabe, que delimita de forma concisa los espacios internos y externos, se transforman al ser incluidos dentro del regionalismo en elementos espaciales decorativos, donde se emplean gran parte de estos materiales a los que hemos aludido, como lacerámica o el hierro en forma de rejería. Son espacios heredados de otros estilos que la arquitectura local ha ido transformando y adaptando conforme al clima, a las costumbres sociales.
El estilo regionalista y el historicista fueron utilizados en diferentes zonas de nuestra geografía nacional por la arquitectura ferroviaria. Destacan ejemplos como la estación de Toledo, obra del arquitecto Narciso Clavería que trabajaría para la Compañía MZA  además de compartir algunos proyectos en Madrid con su maestro Juan Bautista Lázaro.El edificio de la estación de Toledo construido en 1917 representa uno de los mejores exponentes del estilo neomudéjar, utilizando detalles propios del mudéjar toledano, como la construcción de la torre del reloj en el edificio de viajeros, que expresa la influencia de las torres de las iglesias que con este lenguaje se construyeron en la ciudad. Otro ejemplo significativo es la estación de Ripoll, que presenta un estiloneorrománico, también con influencia de las construcciones de esa zona, y un tercer ejemplo lo tendríamos en el historicismo de las estaciones de la línea de Sevilla a Huelva construidas por la Compañía MZA, y proyectadas por el ingeniero D. Jaime Font hacia 1880, por lo que se pueden considerar como uno de los precursores de la utilización de este estilo en la arquitectura ferroviaria de Andalucía.







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